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Adicción a las redes sociales

La primera preocupación de los adultos tiene que ver con el tiempo de uso de los menores de los dispositivos móviles y redes sociales. Es muy frecuente que lleguemos a pensar que tienen una adicción a los medios tecnológicos (en general) y a las redes sociales (en particular) porque su tiempo de conexión es bastante elevado. Sin embargo, no se pueden confundir ambos términos: la adicción es una patología, mientras que el elevado tiempo de conexión es un hábito desordenado o poco adecuado. Lo más frecuente es que los menores no sean adictos a las tecnologías, sino que necesiten educar sus hábitos de uso. Con todo, diversos estudios concluyen que la población más vulnerable para caer en una adicción a las redes sociales son los jóvenes de entre los 12 y 18 años.

Esta infografía proporciona datos relevantes sobre la adicción a las redes sociales:

Para evitar este riesgo lo mejor es educar los hábitos y tratar de evitar las prohibiciones repentinas, por un enfado puntual o por un mal comportamiento. Esta labor solo se puede realizar desde el diálogo y el acuerdo, consensuando unas normas claras que afecten a toda la familia, siempre en función de las diferentes circunstancias de cada uno de sus miembros; no podemos pensar que vamos a educar a los menores en un correcto uso de estos dispositivos si no hemos pensado en cuál debería ser este y si nosotros mismos no somos capaces de autorregularnos.

En general, debemos intentar impedir que el uso de las tecnologías suponga un aislamiento del menor, un abandono de las relaciones sociales presenciales o un deterioro de su calidad de vida (abandono de hábitos saludables -como el deporte-, menor tiempo de descanso, disminución de su rendimiento escolar o pérdida de su autoestima).

Sugerimos este conjunto de ideas y pautas para hacer un uso adecuado de las redes sociales y evitar caer en la adicción :

  1. La familia debe hablar de cuál es el objeto de uso de los medios digitales e indicar claramente en qué períodos se pueden usar para el ocio y en cuáles para el trabajo o estudio. Estos períodos deben indicarse para todos los miembros de la familia, aunque no tienen por qué ser los mismos para cada uno de ellos.
  2. Por lo tanto, la conexión a las redes debe realizarse con un objeto concreto (por ejemplo hablar con los amigos, ver vídeos, estudiar...). No tiene ningún sentido conectarse sin saber para qué: navegar sin rumbo suele desencadenar en muchos naufragios.
  3. Ni los menores ni los adultos pueden estar pendientes todo el día de las notificaciones de las redes a las que pertenecen. Hay que marcar cuáles son las ventanas de tiempo en que se puede hacer esto. Se pueden fijar dos o tres momentos al día, pero la suma total de los tiempos no debería llegar nunca a las dos horas.
  4. El uso de los medios digitales no puede eliminar o disminuir el tiempo que el menor dedica a otras actividades saludables (deporte, música, cine…).
  5. Debemos evitar el uso de internet como una manera de eliminar el aburrimiento.

¿Cómo llegar a ese acuerdo dentro de la familia? La plataforma Hijos Digitales propone que las familias firmen un acuerdo sobre el uso del móvil. Podemos proponer a nuestros hijos la lectura conjunta de dicho contrato y consensuar con ellos una serie de normas que constituyan nuestro propio contrato familiar. Es importante tener en cuenta que el objetivo del contrato no es obligar a los menores a que acepten unas normas, sino pactar dentro de la familia unas condiciones de uso, tanto en lo que se refiere a espacios, horarios y situaciones, que comprometan a todos sus miembros, en función de las características y necesidades de cada uno de ellos.